El padre del primer técnico de la
Escuela de Medios fue el primer camarógrafo colombiano de la televisión
colombiana.
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Fuente: Archivo fotográfico Museo de Arte ContemporáneEl padre Rafael García Herreros durante una de las emisiones del progrma Minuto de Dios, que se emite desde 1955 por la televisón nacional abierta. |
Mata, como le decían sus
compañeros, entró a trabajar en la Radiotelevisora Nacional de Colombia sin
pensarlo, el 20 de julio de 1954: “…después del 13 de julio trajeron un camión
cargado de equipos y yo de casualidad subía por la calle 24”. Juan de la Mata
Rodríguez trabajaba en esa época en la emisora 1020, cuya sede quedaba sobre la
carrera séptima, casi llegando a la calle 25. Había estudiado a distancia, por
correspondencia, en la National School, un “curso práctico técnico de radio,
televisión, cine sonoro y demás aplicaciones”, como reza en el diploma que
cuelga con orgullo en una de las paredes de su casa en La Mesa, Cundinamarca.
“…y subí por ahí, como cualquier
día, y vi que estaban bajando equipos, entonces me acerqué a mirar. De pronto
se cayó un trípode y yo ayudé a recogerlo, alzarlo, entonces me dijeron
«éntrelo», y yo lo entré, así conozco el estudio…” cuenta el viejo Mata, que
ahora, desde sus 76 años, recuerda aquel día en el que su vida tomaría un nuevo
rumbo que lo convertiría en el primer camarógrafo colombiano de la recién
llegada televisión, llena de cubanos.
“¿Usted quiere trabajar aquí?”,
le preguntó uno de los cubanos mientras él los miraba trabajar con curiosidad.
Mata les explicó que trabajaba en la emisora 1020, donde se desempeñaba como
operador de sonido y manejaba una consola nueva Autec, la misma que tenían en
el estudio de televisión. “Eche, chico, véngase para acá…”, le propuso
Sequeira, uno de los cubanos traídos para el montaje y operación de la
televisión. Mata empezó como auxiliar de luces, y aunque hizo sonido, nunca
manejó la consola Autec; recuerda que algún día le tocó trabajar con el equipo
de sonido porque el único operador de boom se enfermó. Tuvo que hacer un
programa de teatro que había tenido sus respectivos ensayos en los que él no
había participado, tenía un libreto complejo y el coordinador estaba encima de
él, atento. Tenía que participar como si hubiera ensayado, atender la
comunicación a través de audífonos, estar muy atento tratando de pescar el
sonido sin que el micrófono entrara en el tiro de la cámara.
No dudó un solo minuto en entrar
a trabajar a la televisión después de que le hicieran la oferta a boca de
jarro: “…Me bajé ahí a media cuadra y hablé con don Enrique
Ariza, el gerente propietario de la emisora, le conté lo del
problema, le dije: «me va tocar renunciar». Dijo «¿por qué? ¿Cuánto le van a
pagar?» «Ah, yo no sé». «¿Cuándo va a firmar?» «Ah, yo tampoco sé». Entonces
dijo: «Te voy a hacer la carta, pero si por algún motivo no llega a trabajar
allá, se viene para acá»…”
Y así pasaron 26 años durante los cuales Mata hizo de todo:
fue ayudante de cámara y finalmente llegó a camarógrafo, hasta el 68, cuando
los pitos de alta frecuencia le dañaron el oído. Ahora oye pitos a un lado y al
otro: “…cuando duermo se me cruzan de frecuencia”, explica Mata jocosamente.
“Por la noche cerraban el estudio
con candado, se salían todos, se recogían las cámaras, se colocaban en un
rincón y se echaba candado. Los celadores ni siquiera se acercaban porque
estaba con llave, entonces a uno no le quedaba difícil quedarse encerrado”.
Unas quince veces se quedó encerrado Mata para ensayar el manejo de las cámaras
y estar listo para cuando le dieran la oportunidad. Eran unas cámaras a las que
había que “meterle” 60 libras de aire para levantarlas y nivelarlas y que
quedarán algo duras, para que cuando hubiera mucho calor no se le fueran a
quedar arriba. “Y luego practicar los dollys y movimientos de cámara”, hasta
que finalmente se presentó la oportunidad de manejar la cámara en el estudio.
Luego de la incapacidad auditiva
que lo sacó del manejo de las cámaras, empezó a trabajar en el cuarto oscuro y
a hacer fotografía para televisión educativa. Había una filmadora Bell &
Howell pequeña, “comenzaron a pedir trabajitos y parece que no me fue mal (…),
menos mal no me echaron”. Precisamente una de las cosas que le ayudó en el
laboratorio, y en su momento a hacer cámara, porque entendía de encuadre, foco,
profundidad de campo, etc., fue que en su época de operador de sonido de radio en
la emisora Nueva Granada, acompañaba a Luis Alberto Gaitán, famoso fotógrafo de
la época conocido como Lunga. Le cargaba la cámara, una Spencer Weber y aprendió
mirándolo hacer fotografía, revelando: “aprendí a hacer dos cosas sin saber ninguna”.
Su amistad con el Padre Rafael
García Herreros empezó peleando. “En ese tiempo las cámaras ya tenían tres o
cuatro meses de uso, habían pasado el tope de las doscientas horas de trabajo,
y esas cámaras retenían la imagen (…). Entonces, mientras la una estaba al
aire, la otra estaba paneando sobre algo que le regara luz fuerte para borrar la
imagen anterior (…) y el padre, al ver que una cámara se movía, tal vez se le
iba la idea que tenía, y al día siguiente mandó una carta por la mañana a la
secretaria de propaganda y prensa de la Presidencia para darle quejas al
presidente de que ahí había uno que se la pasaba jugando”.
Después de que se le explicó el
problema con las cámaras y el procedimiento para recuperar la imagen, el Padre
Rafael entendió el tema y se hicieron amigos. El padre tomaba tinto con los
técnicos “y hacían chistes”. En 1955 casó a Juan de la Mata
Rodríguez con Virginia Acosta, en la Iglesia de las
Angustias. En 1963, Mata se fue con su familia al barrio Minuto de Dios, a la
casa donde actualmente funcionan los
Servicios Gráficos de la Organización Minuto de Dios, sobre
la carrera 76. Sus hijos se vincularon a los grupos de oración juveniles. César
Augusto entró a trabajar en
Inravisión luego del retiro de Mata, y Alejandro entró a la
Escuela Latinoamericana de
Televisión Lumen 2000, luego de haber estudiado electrónica
en el Colegio Superior de Telecomunicaciones.
En 1999, Alejandro Rodríguez,
hijo de Juan de la Mata Rodríguez, primer camarógrafo de la televisión en
Colombia, se convirtió en el primer técnico de la Escuela de Medios, donde, al
igual que su padre, hizo cámara, luces, sonido, edición y todo lo que pudo.
Porque el amor por los medios es más “gusto y diversión”, como manifestó Mata
cuando contó sus historias en su casa de La Mesa. Historia de hombres sencillos
que, sin ser los protagonistas, cumplieron un papel crucial en la construcción
de la televisión colombiana.
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