lunes, 10 de marzo de 2025

HIJOS DE LAS ESTRELLAS

    

     

A Vela

que se abrazó a una nube

en un halo de luz rosa


Somos hijos de las estrellas

decía Carl Sagan,

por eso cuando partimos

no regresamos a la tierra

porque somos luz de las estrellas

y regresamos a ellas 


En este triste atardecer

el cielo nos regala nubes viajeras

para ver subir la energía

de nuestros seres cercanos

que viajan en rayos luminosos


Destellos con colores

de tristezas y alegrías

que hoy se despiden

en susurros de ausencia


Suben halos de luz rosa

de amores con ternura


Rayos amarillos, de cien luces vividas

con la energía del sol

refulgencias que ascienden

y se envuelven en las nubes

mientras el cielo se tiñe de naranja

en esta tarde de despedida


Se va nuestra querida Vela

pero nos deja su sonrisa de algodón

y la esperanza de volvernos a encontrar

en este universo gigante

donde somos hijos de las estrellas.


jueves, 13 de febrero de 2025

Oda a la radio


Son las novelas de mi abuela
o de mi madre
escuchadas en la tarde
en onces de chocolate

O los programas de humor
escuchados por mi abuelo
La escuela de Doña Rita
El pereque
Los chaparrines

Voces con hilarantes risas

y las grandes de aventuras
también del abuelo
Kalimán
El hombre increíble
Tamakún
El príncipe de la selva
Arandú
El vengador errante

Son las noticias de mi padre
las transmisiones de fútbol
y sus programas deportivos
con improperios al aire

Y qué decir de los musicales
con los bambucos de mi abuela
las rancheras del abuelo
mi madre y sus baladas
o los tangos de mi padre

Música que luego se convirtió en vinilos
puestos una y otra vez
con la precisión de la aguja
en el enorme tocadiscos

Son las frecuencias
escuchadas en la radio
las que marcaron
los sonidos de mi infancia

Luego fueron mis propios programas
escuchados en un Sony doce bandas
con frecuencias lejanas
en idiomas misteriosos

Y la radio se volvió mía
con mis propios noticieros
y programas culturales
que aclaraban los misterios del arte

Y la música variada
con artistas del mundo
que sembraban curiosidad
y terminaban en la tienda disquera

Un día esa magia de la radio
me llevo a sus micrófonos
y disfrute sus cabinas
entregando magia y compañía
a oyentes desconocidos

Un día la radio se hizo mía
 

lunes, 22 de julio de 2024

 LA MEMORIA PIXELADA


Mención de honor Concurso Nacional 2023:

"La Poesía del recuerdo y del olvido"

CASA DE POESÍA SILVA



¿Dónde están los niños alegres
que juagaban disfrazados en la terraza de tío Guillermo?

Ya no recolectan tapas de gaseosa o cerveza en la tienda de la esquina


o en la cancha de tejo,
mientras sus padres revientan mechas
o celebran con victoria la embocinada de su equipo.

Ya no montan triciclos alquilados


de manubrios torcidos y ruedas chillonas
en el Parque del Olaya
ni atraviesan su cancha de fútbol
corriendo y levantando una nube de tierra.

¿Dónde quedaron los disfraces en noche de brujas


que recorrían calles lluviosas
y cantaban tonada hechizadas que se convertían en dulces?

En el último rincón de la memoria


quedaron sus bolsas repletas de moras, frunas y chupetas.


¿Por qué no volvieron las noches de navidad con su magia confusa


del Niño Dios y Papá Noel, llena de regalos traídos desde el cielo en estrellas y trineos?


¿Dónde quedaron los amigos de colegio y los amores platónicos,


con miradas sonrojadas y esquivas,
el juego de la lleva o Soldado libertador?

Se fueron las aventuras juveniles ya no tan inocentes,


las jornadas de trabajo con sueldo mínimo
para pagar las noches de universidad nocturna
y los sueños del logro profesional.

Llegó el grado… 


y empezó el trabajo a destajo con pagos de falacia.
Vinieron los proyectos y las convocatorias
con aventuras de empresas titánicas;
los cursos y talleres complementarios que saciaban el alma
y los postgrados universitarios que poco aportaban

¿Cuándo nos enredamos en la cotidianidad


de días enteros empastelados por los meses y los años?
¿A qué hora se perdieron las ilusiones y los sueños?

Se borraron en el amanecer de un despertador


y la obligación del trabajo cotidiano
con viajes en buses repletos y
trancones interminables,
con noticias en la radio de tragedias y corrupciones.

¿Dónde están las caras de colegio que crecieron con nosotros?


¿Dónde están esos rostros juveniles de fiesta y aventura?
¿Dónde quedaron las idas a salas de cine arte, los foros culturales
y las utopías que soñaban una mejor la sociedad?

Ya no suenan sus guitarras ni se alzan jarras de cerveza ni copas de vino.


Se perdieron en el fondo de la memoria,
de donde apenas emergen imágenes borrosas

pixeladas por el paso del tiempo.


Escuchar podcast en:

https://www.ivoox.com/memoria-pixelada-audios-mp3_rf_121369389_1.html


domingo, 14 de mayo de 2023

Madres del universo









Cientos de hombres y mujeres

caminan por la calle

el sendero de la vida

que una vez

una mujer iluminó


Mujeres negras

los protegieron con dignidad

de las garras del racismo


Mujeres indias

los abrazaron con fuerza

de la devastación del colonialismo


Mujeres campesinas

que recogieron en sembradíos

los saberes de la tierra


Mujeres solas

alzaron su frente con dignidad

frente a las llamas del moralismo


Mujeres enfrentadas al mundo

que con alas protectoras

han criado a los hijos

de muchas generaciones


Madres, mujeres

extensiones del sol

que entregan a la tierra

a los hijos de las estrellas.

sábado, 13 de marzo de 2021

UN AÑO DE ANORMALIDAD

  

Hoy hace un año, el viernes 13 de marzo de 2020, dejé la oficina, bueno, mi puesto de trabajo en una oficina de nueve metros cuadrados donde trabajamos cuatro personas, en la Casa de la Creatividad, en Uniminuto. Salí a las tres de la tarde pensando en las medidas que se habían tomado para prevenir el contagio del Covid 19, pandemia que había hecho inminente su llegada al país, cuyas imágenes de su impacto en Wuhan, China, y en algunos países de Europa, como Italia y España habían alarmado al mundo.


Ese mismo día se empezaban a aplicar las medidas de seguridad en la universidad, la sede se cerró a las cinco de la tarde, como una especie de vaticinio Garcíalorquiano, nuestro programa de radio, de las cinco de la tarde, se suspendió, la programación en vivo prevista para ese horario en adelante se había cancelado. A la Casa de la Creatividad sólo iríamos por turnos una tercera parte del personal, y el horario de atención programado cotidianamente de siete de la mañana a nueve de la noche se reducía de ocho de la mañana a cinco de la tarde. Había un extraño sopor en el ambiente social. Lo que nunca imaginé ese día, es que un años después, no habría podido regresar todavía a mi lugar de trabajo.


Al llegar a casa recibí una nueva comunicación. Las directivas de Uniminuto habían decidido cerrar la Universidad, las clases de la semana siguiente se debían hacer virtualmente. Mis estudiantes de Javeriana, universidad con la que trabajo en la modalidad de Hora Cátedra, me preguntaban en redes sobre nuestra clase del lunes a las siete de la mañana, preocupados porque todas las universidades estaban cerrando y nosotros tuviéramos un encuentro presencial, el virus ya estaba entre nosotros, por lo menos mentalmente, el miedo se empezaba a apoderar de la ciudad. La respuesta de las directivas de Javeriana no se hizo esperar, se suspendieron clases hasta nuevo aviso.


A partir se ese momento todo empezó a cambiar de manera radical, colegios y universidades cerraron sus puertas. Empezó la era de las clases remotas, yo pude hacerlo sin mayor dificultad, en mi caso, los cursos los tenía articulados a grupos de Facebook y trabajaba contenidos en diferentes entornos digitales como Drive Google y Wix, así que programé clase en Meet, para seguir en el entorno de Google donde estábamos conectados institucionalmente profesores y estudiantes para los procesos académicos. Esa primera clase tuvo un aire de desconcierto total, aún así, desarrollamos nuestra sesión sin mayor inconveniente, pero con la extraña sensación que daba no estar en el salón de clase, sino conectados a través de las pantallas del computador o del celular.


El fin de semana siguiente, la Alcaldía Mayor de Bogotá decretó un simulacro de aislamiento vital preventivo desde el jueves 19 de septiembre a las 11:59 de la noche, hasta las 11:59 del lunes 23 de marzo, que era festivo, por primera vez en su historia, la ciudad se cerraba completamente durante un puente, no hubo alamacenes, restaurantes, ni cines, mucho menos bares. Sólo tenían autorización de abrir las tiendas y comercios de primera necesidad, venta de alimentos y farmacias con drogas para la salud. Este simulacro se conectó con la emergencia sanitaria decretada por el gobierno nacional, y con los decretos de aislamiento que lo acompañaron, de ser un simulacro, el aislamiento preventivo pasó a ser una realidad, y así pasaron, de catorce días en catorce días, los primeros cuatro meses de pandemia en el país.


Después de cerrar una semana, las clases en Javeriana también se retomaron de manera remota, se adaptaron las plataformas de Teams, ya que el entorno académico institucional estaba ligado a Outlook, junto con el ambiente de aprendizaje Blackboard Learn que también hizo parte de los espacios trabajados por los profesores. En menos de un mes, el mundo se volvió conexión virtual, Zoom, Meet, Teams, Blackboard y otras menos reconocidas se hicieron parte del ambiente cotidiano. Iniciaron los procesos de capacitación virtual para el uso de estas plataformas, la pelea entre Integrados  y Apocalípticos perdió sentido, quienes denigraban de las tecnologías no tuvieron más remedio que aprender a manejarlas o desconectarse definitivamente. Algunos recurrieron al correo electrónico y a las llamadas en celular, quedando completamente rezagados de lo que empezaba a vivir una sociedad hiperconectada a la fuerza.


Surgieron todo tipo de ideas conspirativas, desde las que iban de un complot de la China contra occidente, hasta las ideas de un complot del capitalismo para reactivarse en medio de su crisis inminente, pasando por la maquinación planeada por la banca mundial para generar nuevos dividendos a través de la pandemia. Las iglesias empezaron a ver el castigo de Dios por los pecados de un mundo desbordado, también se habló de la venganza de la naturaleza contra la especie humana por los desafueros con los que estaba destruyendo el planeta.


Aparecieron las estadísticas de la pandemia, los noticieros empezaron a contar el número de contagios, los pacientes ingresados en las UCIS y los primeros fallecimientos, las diferentes administraciones gubernamentales iniciaron la compra de respiradores, pruebas de laboratorio para detectar el virus, era necesario ampliar la capacidad de atención hospitalaria; en Bogotá la sede de Corferias se convirtió en un hospital alterno que no tuvo que usarse, afortunadamente.


Las consecuencias del aislamiento no tardaron en reflejar la crisis económica. En las calles desoladas se cerraron muchos locales y en las empresas puestos de trabajo. Oficinas y locales desocupados con avisos de “SE VENDE” o “SE ARRIENDA” inundaron la ciudad.  Los trapos rojos en los barrios populares empezaron a aparecer masivamente, la lucha contra la pandemia tuvo un nuevo oponente, el desempleo y al hambre, la gente tenía que sobrevivir, y si el virus no la mataba el hambre sí lo iba a hacer. Los subsidios no daban abasto y cada vez era mayor la alarma.


En medio de esas noticias azarosas, de los animales silvestres que caminaban por las calles de las ciudades, de las estadísticas y del temor, surgió una “nueva normalidad”, los hogares se convirtieron en oficinas, salón de clase, salas de juntas, academias de baile, gimnasios deportivos y todos los escenarios que pudiéramos imaginar.


Las jornadas de trabajo se mezclaron con la cocina para la preparación de desayunos, almuerzos y comidas, y se combinaron con la escoba, el trapero y demás utensilios de aseo. Así que el final de la jornada lo marcaba el agotamiento total.


Yo me negué a relegarme a una pantalla, por lo menos tan pequeña como la del computador, así que instalé en el estudio el televisor de 45 pulgadas que tenía en la sala, conecté una webcam y armé mi salón virtual de una manera que me permitiera sentir cómodo, en la pantalla del televisor veía a mis estudiantes y los materiales de trabajo en la del computador, y aunque algunos tenían problemas de conexión, la mayoría conectaban sus cámaras, al menos en los momentos de participación, siento que he sabido sobrellevar la situación, pero no dejo de extrañas la presencia física de mis estudiantes.


Saqué un antiguo overol enterizo de piloto que tenía guardado para salir del apartamento; aparté unas botas y una chaqueta y los convertí en mi traje de protección contra el coronavirus. Cuando llegaba de la calle después del mercado o la compra del día, lo llenaba de alcohol y lo colgaba en un perchero tapado con una talega plástica, también bañada en alcohol, así surgió el “coronaperchero”.


Hoy, un año después, hemos tenido dos picos y muchas muertes, nos hemos relajado y vuelto a tensionar, hemos tenido encierros paulatinos, hemos vuelto a restaurantes y a nuevos encuentros de trabajo con todas las medidas de seguridad, hemos pasado de la escasez de tapabocas, alcohol y gel antibacterial, a una sobre oferta, con tapabocas elegantes y a la moda, y por fin hemos empezado a recibir la llegada de las vacunas, aunque a cuentagotas. En medio de la amenaza de un tercer pico en Bogotá y la incertidumbre del inicio de la vacunación masiva, no hallamos la hora de volver a salir a la calle y al encuentro con los amigos y familiares.


Muchos se han quedado en el camino, aunque para quienes insisten en alimentar las teorías conspirativas y la farsa de las institucionas públicas, las muertes no han sido suficientes. Seguramente se nos va otro año en esta situación, con salidas cada vez más amplias, hasta que volvamos a una nueva normalidad, no a la de antes de la pandemia, porque indudablemente muchas cosas llegaron para quedarse, pero lo único que jamás podremos cambiar, es la sonrisa cercana de una cara amiga y el abrazo sincero que ha llenado los instantes de nuestra vida, espero que el próximo 13 de marzo, el del 2022, sea un domingo tranquilo, de descanso después de una semana de trabajo en nuestras oficinas, en los salones de clase, en las cabinas de radio, en los lugares que nos corresponda, que hayamos tenido un fin de semana de reunión familiar, de cine, o porque no, que estemos viviendo el guayabo, después de una noche de baile y discoteca.


viernes, 30 de agosto de 2019

EL BRILLO DE SUS OJOS

Imagen homenaje de la Facultad de Ciencias de la Comunicación

A Elizabeth y John Faber


Se fueron juntos
en una extraña cita convenida.

Quedaron sus sonrisas rebotando en las paredes
y en el vacío
el brillo de sus ojos.

Dejaron de ir y venir,
escuchar aquí,
resolver allá…
Profe mire esto,
profe ayúdeme en esto…

Profe,
            profe,
                         profe…

Muchos están desamparados
frente a sus sillas vacías.
¿Quién les ayudará?

Un día los vimos llegar,
a John como estudiante,
le oímos contar sueños
y cumplir retos,
con viajes en portugués…

Y los vecinos de trabajo,
y los compañeros de almuerzo,
y los amigos de pola…

Elizabethe y Jhon Faber se fueron
nos dejaron como herencia
sonreír
escuchar a los muchachos
y jamás olvidar
el brillo de sus ojos



viernes, 28 de diciembre de 2018

CAMINAR Y LEER, Pequeño homenaje personal a Amos Oz


Esta mañana sentí una enorme tristeza cuando supe la noticia de la muerte de Amos Oz, uno de mis escritores preferidos de los últimos años. Me enteré en Facebook, alguien compartió la noticia publicada en El País de España. Sentí como se hubiera muerto un amigo cercano, y es que es inevitable sentir a los escritores cercanos, aquellos que lo acompañan a uno con sus historias, como un amigo. ¿Cuántas veces se acuesta uno con ellos, o incluso, amanece acompañado de uno de sus libros?

Mi libro favorito suyo es “La bicicleta de Sumji”, amo ese libro, su historia y sus personajes, a Esti ese primer amor a través de una bicicleta que se convierte en un tren, un perro, un sacapuntas y en ese amor infantil adolescente del final. Cuando mi querido amigo Jerónimo García Riaño escribió “El día de los tres goles” sentí una emoción enorme, a pesar de ser tan diferente, tenía esa magia de Oz en “La bicicleta de Sumji”. Es extrañamente grato que un amigo cercano escriba algo que le permita identificarlo con uno de los grandes escritores, Jerónimo está en plenitud de vida, está escribiendo, mientras Amos Oz nos dejó.

La pesadumbre me acompañó a lo largo del día, salí acompañado de su libro “Versos de vida y muerte”, mi esposa tuvo aquellos compromisos  de fin de año con amigos. Almorcé en “El Caguán”  un restaurante criollo a la vuelta de mi casa, releí el libro en el restaurante, en mi caminata por Palermo y luego por la calle 45, hasta llegar a Transmilenio. Caminé despacio mientras leía, mientras gozaba con “El autor”, protagonista de  la novela. Tomé la ruta “6 Universidades” y luego caminé por la Tercera, recordando esas calles de Las Aguas de cuarenta años atrás, cuando mi mamá me llevaba a visitar a Teresita De Hermida y yo me fascinaba con su vieja tienda de vitrinas de madera con pasadores.
 
Hablé con las calles de La Candelaria, con aquella casa esquinera de La Concordia, con las chicherías de la segunda y El Chorro de Quevedo, con el Restaurante Roma, abajo de la Universidad de La Salle, por la carrera once, caminé muy despacio mientras leía “Versos de vida y muerte”, como si caminar y leer fuera un ejercicio totalmente natural. Llegué al café Juan Valdez del Centro Cultural Gabriel García Márquez, la imponente estructura arquitectónica de Salmona, pedí un Café Colina y me senté en la terracita sobre La sexta y seguí leyendo.

Y fue inevitable que mientras leía se me ocurrieran historias de la gente, de las calles, algunas propias de mi nostalgia, La Candelaria es nostalgia para los bogotanos, sobre todo, aquellos que la atravesamos durante años de nuestra niñez por la carrera cuarta, en un transporte de “Buses amarillos y rojos” desde el barrio Olaya, en el sur de Bogotá, al Parque San Diego.

Mientras “La Mona” está mujer tradicional que en la esquina interpreta su música me acompaña con sus acordes clásicos, sigo leyendo a Oz y gozando sus ideas disparatadas de escritor que le monta historias a la gente, en el café, en la calle, en el auditorio.

Otra vuelta a La Candelaria por el lado del Teatro Colón y su historia de dos siglos y medio, a la Plaza de Bolívar, a las sombrererías de la once, a las historias futuras que aguardan cada sombrero, el Barbisio, el Gardeleano, el Indiana, cabezas de vidas con hombres frustrados, aventureros, galanes, tramposos y hasta escritores.

Regresé por la Once hasta la tercera, ya de noche, siguiendo la iluminación de navidad, volví al Chorro y a las mil historias de cada ser humano, algunas tan reales como la propia imaginación de la vida. Ese fue mi homenaje a Amos Oz hoy, el día que nos abandonó, a sus 79 años, acompañado de su novela “versos de vida y muerte”, de las histoiras de “El autor", su protagonista. Amos Oz siempre vivirá en sus libros y en el corazón de quienes lo hemos leído.

Diciembre 28 de 2018